La otra forma de buscar vida extraterrestre - La Gran Paradoja

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30 abril 2019

La otra forma de buscar vida extraterrestre

En la carrera de tres caballos para probar que la biología no es solo una rareza terrestre, hay un caballo de batalla que mucha gente ignora: el análisis del aire de planetas lejanos para ver si contienen los gases de la vida, o biofirmas en la jerga de los astrobiólogos.

Todos –o al menos la mayoría– conoce a los otros dos caballos:

Encontrar biología en el Sistema Solar enviando misiones a Marte o alguna de las lunas de Júpiter.
Expandir los experimentos de SETI para intentar “escuchar” las señales de radio o “ver” los pulsos láseres producidos por seres inteligentes que habitan mundos lejanos.
El primer caballo tiene la ventaja de que, si los microbios han surgido en algún lugar del Sistema Solar, podemos ser capaces de traerlos de vuelta a nuestro planeta, vivos o muertos. Tendríamos extraterrestres en la Tierra, una idea que emociona a los astrobiólogos.

El segundo –SETI– intenta descubrir la variedad más interesante de vida extraterrestre, es decir, aquella que es tecnológicamente avanzada. Pero una dificultad para las búsquedas SETI es que se necesita estar apuntando los telescopios en dirección de las señales mientras llegan directamente en dirección de nuestro planeta, ni antes ni después. Y allí tenemos un problema de sincronía.

Pero el tercer caballo es un competidor que no se ve obstaculizado por el inconveniente de la sincronía. Debemos considerar que la atmósfera de la Tierra tiene aproximadamente un 21% de oxígeno, una consecuencia de miles de millones de años de actividad fotosintética. El oxígeno es un gas liberado por la vida vegetal.

Lo bueno de esto es que la firma del oxígeno en el aire de la Tierra ha estado presente por unos 2.000 millones de años. Durante todo ese tiempo el oxígeno ha estado mostrando su existencia al espacio. Podría ser fácilmente detectado por cualquier civilización extraterrestre avanzada con buenos presupuestos para investigación astronómica, incluso desde grandes distancias. No existe el problema de sincronía, dado que la señal dura muchísimos años.

Esa es una buena razón para apostar por el caballo número 3, y Daniel Angerhausen, investigador del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, ha apostado por él. Angerhausen usó telescopios terrestres y espaciales para buscar las firmas espectrales no solo del oxígeno, sino también de otros “delatores” como el metano.

La manera obvia de hacerlo sería solo apuntar un telescopio hacia un exoplaneta y analizar la luz reflejada por dicho mundo. Este enfoque es demasiado obvio, pero extremadamente difícil debido a que muy pocos de estos planetas pueden ser observados directamente por los instrumentos existentes hoy.

La idea de Angerhausen es observar exoplanetas que pasan regularmente frente a sus estrellas. Cuando lo hacen, causan una ligera disminución de la luz estelar que percibimos. Esta es la técnica usada por el Telescopio Espacial Kepler para descubrir miles de planetas aún invisibles. Kepler detecta mini-eclipses que tienen lugar a cientos de años-luz de distancia.

El truco de Angerhausen es sustraer el espectro de una estrella cuando un planeta no está pasando por el frente o detrás de ella, del espectro tomado cuando sí se da esa situación. ¿Por qué? La mayor parte del tiempo lo que ve un telescopio es una combinación del brillo estelar y la luz reflejada por el planeta. Pero cuando el planeta se encuentra por delante o detrás de la estrella, solo se observa el brillo estelar. Al tomar la diferencia, se elimina la contribución de la estrella y queda el espectro de la atmósfera del planeta.

Es más fácil describirlo que hacerlo. Las estrellas son brillantes y los planetas tenues, así que las mediciones son muy difíciles. Usar un telescopio espacial evita los problemas creados por la agitada atmósfera de la Tierra. Pero los telescopios orbitales son generalmente pequeños y no existe posibilidad de cambiar sus instrumentos.

Debido a esto, Angerhausen intentó otra posibilidad; SOFIA, un telescopio con un espejo de 2,7 metros que viaja a bordo de un Boeing 747. Volando de noche a una gran altitud, este instrumento opera sobre el 90% de la incómoda atmósfera terrestre. Y cuando aterriza es posible cambiar la instrumentación o hacer otras mejoras.

Aun así, no hay indicios de biología extraterrestre.

No obstante, los telescopios más grandes no están en el espacio ni en la estratósfera, sino en las cimas de montañas. Angerhausen ha usado grandes telescopios terrestres y todavía no ha encontrado gases producidos por procesos biológicos en el aire de planetas lejanos, pero tiene una razón para seguir siendo optimista. Él confía en la incansable mejora de la tecnología de telescopios; una tendencia que puede ser proyectada décadas en el futuro con seguridad.

Así que, ¿qué significaría si se encuentra, por ejemplo, oxígeno junto a metano en la atmósfera de otro mundo? Claro, habría que comprobarlo cuidadosamente para asegurarse de que los gases fueran verdaderamente biogénicos. E incluso entonces, solo se puede decir que hay clorofila o su homólogo extraterrestre en ese planeta: en otras palabras, los extraterrestres podrían no ser más que “ingredientes de ensalada”.

Pero si otros mundos pueden hacer surgir lechugas o quizá solo algas, hay al menos alguna posibilidad de que pudieran convertirse en algo un poco más interesante. El caballo número tres puede ser el candidato menos conocido, pero también puede dar la sorpresa.

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